Cómo intenté cancelar mi suscripción a El País y acabé renovándola

Hace unos meses contaba cómo tras años de disfrutar de El País de forma gratuita acabé pagando la suscripción por un año. Es el único generalista que leo con cierta frecuencia, y aunque en realidad no aprovecho mucho la suscripción, tenía una deuda pendiente y me parecía razonable apuntarme al menos estos meses.
No pensaba renovar la suscripción, la verdad. Ni siquiera había pensado aún en ello, pero esta mañana me llegaba un correo de El País —no pienso ponerlo en mayúsculas, digan lo que digan ellos— con el asunto "Información importante sobre tu suscripción".
En él me decían que querían hacer de mi suscripción un producto mejor, y que iban a añadir algunas ventajas (como descuentos en actividades, que ni sabía que tenía y que nunca he usado) pero que, eso sí, eso suponía un aumento del precio de la suscripción anual de nueve euros. Que no es mucho, pero entonces recordé que para lo que estaba accediendo al medio, mejor gestionar ya la cancelación de la suscripción y olvidarme del tema.
Y entonces, aventurilla.
Lo primero que hice fue acceder a mi cuenta de usuario y en ella a mis datos de suscripción. Al buscar allí una botón de "Cancelar suscripción" me encuentro con una sorpresa: no existe tal botón. En su lugar, un mensaje: "Si deseas cancelar tu suscripción llámanos al 919 495 285. Nuestro horario de atención es de lunes a viernes de 9h a 21h, hora peninsular española"
Es algo que no esperaba y que de hecho vi que había pasado hace tiempo en The New York Times. Allí tampoco ofrecen una forma fácil de cancelar o darte de baja de la suscripción: tienes que hablar con su servicio de atención al cliente primero. Es algo alucinante y que (creo) debería ser ilegal.
Si pensaba cancelar, ahora tenía las cosas más claras. Marco el número y, sorpresa, voz automatizada con cancioncita a todo volumen y una voz diciendo de vez en cuando lo de "su llamada es muy importante para nosotros". Así me tuvieron tres o cuatro minutos en los que ya no quería solo cancelar, sino ponerles a parir por esta pérdida de tiempo.
Pero oye, ante todo soy un caballero, así que cuando al fin atendieron mi llamada, intenté ser correcto. Seco, pero correcto.
— Buenas tardes, soy [nombre que dicen tan rápido que es difícil pillarlo para luego, si uno lo necesita, mencionarlo en una queja a un superior], del servicio de atención al cliente de El País. Por favor, dígame que desea.
—Quiero cancelar mi suscripción.
—Ajá. Me puede decir su nombre y apellidos.
—Claro. Me llamo Javier Pastor.
—¿Y su correo electrónico?
—El de siempre, ya sabe.
—Muy bien. Un segundo que accedo... Ya veo que Vd. se suscribió el 22 de diciembre del año pasado con una oferta promocional de 60 euros. Cuando acabe ese periodo, su suscripción pasaría a costarle 105 euros.
—Así es.
—¿Me podría decir la razón de la cancelación?
—Precio.
—Ya veo. Un segundo, por favor —fue más de uno, pero no mucho más—. Tras revisar su perfil, la confianza que ha depositado en nosotros y que necesitamos mantener suscriptores para no quedar mal ante nuestros inversores quería ofrecerle la posibilidad de mantener su suscripción al mismo precio que el año pasado, 60 euros.
—Verá, en realidad no es solo el precio. Tampoco lo uso mucho y no me compensa.
—Ajá. Espero un segundo de nuevo, por favor —fue más de uno de nuevo, pero no mucho más otra vez—. He podido debatirlo con el departamento de suscripciones (o algo así, imposible que le diera tiempo a ninguna otra conversación) y por su perfil, la confianza que ha depositado en nosotros y de verdad que necesitamos mantener suscriptores quería ofrecerle la posibilidad de pagar tan solo 36 euros por mantener su suscripción hasta el 22 de diciembre de 2024.
Ahí, la verdad, me convenció. Es cierto que no accedo mucho, pero pagar tres euros al mes por poder acceder a El País cuando me apetezca, sea poco o mucho, me parece razonable. Porras.
—Bueno, con ese precio me parece que mantengo la suscripción. ¿Tengo que hacer algo especial para activarla?
—No no, gracias señor Pastor. El cargo se realizará el próximo 22 de diciembre de forma automática. En breve le llegará un correo electrónico informándole de esa nueva activación, pero usted no tiene que hacer nada.
Dicho y hecho, allí estaba el correo.
—Sí, ya lo tengo, todo correcto, gracias y buenos días.
—Gracias a Vd., señor Pastor.
Clic. Me la imagino resoplando y diciendo "uno que se queda". Que es verdad: en realidad no consulto tanto El País, insisto, pero a ese precio me parece que puedo quedarme un año más y así saldar aún más esa deuda pendiente que tenía con un medio que he leído durante años sin pagar un chavo.
¿He sido un flojeras? Puede ser, pero aquí he logrado algo que pocas veces consigo: que me mejoren las condiciones amenazando con cancelar o dar de baja algo. Había (puede que siga habiendo) verdaderos maestros de esa técnica que la utilizaban para conseguir móviles top gratis en la época de las subvenciones de móviles, y supongo que ahora la gente juega con cosas así para que le bajen cuotas de cualquier cosa, pero yo suelo ser bastante malo, y cuando digo que quiero cancelar algo no es para que me hagan contraoferta, sino para dejarlo de verdad.
En fin. Supongo que es un win-win. A leer El País tocan.