Coches autónomos y carnets de conducir

No sé si a vosotros os pasa, pero yo recuerdo perfectamente a mi profesor de autoescuela. Se llamaba Manolo, y era un listo. No sé si era listo, cuidado. Sé que era un listo. Me tuvo dando clases y cogiendo la A-5 ("Talaverax forever", decía siempre para llegar a practicar por la zona de exámenes, en Móstoles) hasta que ya se vio claramente que no podía exprimirme más, y recuerdo que en el examen práctico —que hice muy bien, todo sea dicho— se quedó hablando con el examinador un rato.
Eran esas charlas que ya eran famosas en la autoescuela y que hicieron que todos pensásemos que sacarse el carnet era una mafia encubierta. "No, no apruebes a esta todavía, que me viene bien que dé unas cuantas clases más, mira, cómprale algo a tu mujer con esta propina de paso". Yo, al menos, me imaginaba aquella película, pero al menos en mi caso hubo suerte y conseguí aprobar el práctico a la primera. Luego están las historias de las renovaciones de carné, claro. Harry de eso sabe mucho.
Me encantaba conducir y me gustan los coches, pero lo cierto es que esperaba no tener que conducir mucho más para llegar de un sitio a otro. Hace cuatro o cinco años el coche autónomo estaba como en la cresta de la ola: parecía que llegaría casi al mismo tiempo que el eléctrico, y todos los que se metieron en el ajo prometían el oro y el moro.
Por supuesto, la cosa no era tan fácil. Estos días leía cómo el CEO de Waymo, John Krafcik, dimitía. La razón, como explicaban en Ars Technica, era que cuando llegó la empresa planteaba poner 82.000 coches autónomos en las carreteras en 2018. ¿Sabéis cuántos hay? 600. Del dicho al hecho hay un trecho, y en coches autónomos ese trecho parece especialmente largo.
En el sector la cosa se ha enfriado bastante. Lo vemos en las noticias que rodean al mundo de la automoción. Uber, que era una de las que empujaban en esa dirección, está de capa caída tras la pandemia (y sus accidentes), Waymo va lenta (pero segura), y las propuesas de fabricantes como GM (que parece estar también muy bien posicionada) siguen sin llegar al terreno práctico de forma masiva. Luego está Tesla, claro, pero eso es un caso aparte, porque Musk es experto en vender motos (y Teslas, y bitcoins, y dogecoins), y lleva tiempo prometiendo que el Tesla autónomo está al caer.
Yo le creí al principio. En los premios Xataka de 2018 tuve la oportunidad de hablar con varios expertos sobre inteligencia artificial, y al final de la charla les hice una pregunta relacionada con el coche autónomo: "¿Se van a tener que sacar mis hijos el carnet de conducir?"
Yo aspiraba un poco ingenuamente a que me dijeran que no. A que en 10 o 12 años (que es cuando tendrán edad de conducir) el problema del coche autónomo ya estaría resuelto. La respuesta no fue la que yo quería, y todo apunta a que mis niños aprenderán a conducir. Mis invitados no eran especialmente optimistas, aunque sí que creían que en ciertas localizaciones —poblaciones pequeñas o zonas residenciales de grandes ciudades, más fáciles de gestionar por la IA— la cosa sería más plausible.
Su mensaje me dejó un poco tristón, porque en realidad la pregunta iba un poco también por mi. Me gusta conducir, pero no tanto como para no querer renunciar a ello. No tengo ningún problema en cederle mi asiento de conductor a una máquina, y no soy de los que echarán de menos conducir (creo), quizás porque es algo que llevo haciendo ya bastante tiempo y tampoco lo aprecio tanto.
Así pues, mal rollito por aquí, al menos por lo que parece. Igual de repente hay algún avance singular que acelere todo este segmento, pero por lo que veo hay demasiados obstáculos que superar, algo de lo que de hecho ya hablé hace unos años. No solo técnicos, también sociales, ojo. Con suerte igual vemos cochecitos autónomos de forma más o menos frecuente en 2045, pero ahora mismo ni de ese dato estoy tan seguro.
Al menos me queda el consuelo de que los eléctricos están a la vuelta de la esquina. Mi Tesla está más cerca. Aunque siendo realistas, igual acabo con un Xiaomi.