Bitcoin a 10.000 dólares: no es una inversión, es una apuesta

Estoy fascinado con las criptodivisas en general y con bitcoin y ether en particular. Hablé por primera vez del tema en mayo de 2011, así que ya me puedo dar de cabezazos también: aquel día que publiqué un bitcoin valía 7 dólares. Si hubiera invertido 1.000 dólares de entonces ahora tendría unos 143.000. No lo hice, claro, y de hecho apenas presté atención a este segmento. En mis predicciones para 2015 dejé claro que bitcoin me parecía un bluf. Un súper visionario, así soy yo.

El fenómeno de las criptodivisas es ahora un segmento del que ya estoy algo más empollado gracias a mis numerosos posts sobre el tema en Xataka, pero del que sigo teniendo solo una certeza: que todo son incertidumbres.

Hoy un bitcoin está a 10.000 dólares, cuando el 1 de enero de 2017 estaba a 962 dólares. Vértigo.

A estas alturas de hecho no puedo defender el valor de bitcoin con argumentos racionales o lógicos. Todo en esta moneda apunta a la mera especulación. De todos los argumentos que defienden el valor de bitcoin creo que el más razonable es el que lo compara como depósito de valor (la analogía con el tradicional patrón oro es evidente), porque esta criptodivisa no se creó con la idea de convertirse en una moneda de curso legal (las moneditas que se ven en las fotos no valen apenas nada, pero existen) y diría que ni siquiera se creó para servir como método de pago digital. Cuando uno le pregunta a un conocido si conoce el mundo del bitcoin, lo que probablemente le diga será algo tipo:

— Sí, claro, es eso que te permite comprar productos ilegales sin que te descubran porque proporciona anonimato a tope.

Ciertamente bitcoin permite hacer esas compras anónimas, pero como digo no está pensada para ello. En los últimos tiempos está quedando claro que tampoco está preparada técnicamente, con limitaciones en el número de transacciones concurrentes o con esas comisiones imprevisibles que se aplican a esas transacciones y precisamente hacen que ya no sean demasiado atractivas para el común de los mortales. Esas son algunas de las razones por las que dudo que bitcoin pueda convertirse en medio de pago masivo a corto plazo, y aquí espero que alternativas —"oficiales" y probablemente derivadas de bitcoin, algo rollo Bitcoin Cash— sí acaben ofreciendo esa opción.

Igual de fascinante —pero esta vez por razones lógicas y coherentes— es la tecnología de la cadena de bloques que bitcoin y el resto de criptodivisas utilizan. Hice una introducción extensa al blockchain hace poco en Xataka, y ese trabajo me permitió entender lo prodigiosa y revolucionaria que puede ser una idea que realmente plantea toda una revolución. Una que no sé si equivalente a internet, pero que desde luego es gigantesca por su magnitud en eso que realmente le importa a la gente: la pela, la pasta, la guita, el dinero, el parné. De repente nos encontramos con un mecanismo descentralizado y absolutamente transparente que por ejemplo teóricamente minimizaría corruptelas y chanchullos.

Lo curioso es que aunque se oye mucho hablar de la cadena de bloques, que es lo que realmente importa y promete, a la gente lo que le mola es el espectáculo bicoin, porque es eso. Un espectáculo. CoinMarketCap se ha convertido en referente de consulta para esa especie de "Gran Hermano" que nos retransmite 24 horas lo que le sucede a esta y otras criptodivisas, una especie de terminal Bloomberg para todos los públicos que  genera todo tipo de sentimientos.

Para los que no han

invertido

apostado ya está el inevitable "tenía que haber

invertido

apostado ayer", mientras que los que ya habían metido pasta en bitcoin u otras criptodivisas (o minan para tratar de fabricar dinero de la nada) seguramente se baten entre el nerviosismo, la expectación y la codicia. Una inversión normal puede provocar esas sensaciones, claro, pero es que el segmento de las criptodivisas en el que todo es especulación.

Este tipo predijo en 2014 que en 2017 un bitcoin valdría 10.000 dólares si seguía esa progresión no lineal. Si todo va como espera, un bitcoin valdrá 100.000 dólares en julio de 2021. Ale, meted pasta y sed pacientes. O no.

No hay producto o servicio detrás de estas criptodivisas. Uno no mete pasta como en Tesla porque crea que la empresa lo va a seguir petando, o en Apple porque sabe que hagan lo que hagan seguirán creciendo con sus productos y servicios. Ellas dos, como todas las empresas que cotizan en los mercados bursátiles, tienen algo tangible que venden y que permite evaluar si esas empresas tienen una valoración (más o menos) coherente.

Con bitcoin y otras eso no ocurre. Lo único que hace subir y bajar su valoración es la especulación con el valor que tendrán al futuro, una especulación que depende de la propia escasez de estas criptodivisas —algunas como bitcoin tendrán un número limitado de monedas producidas— o por la bendita (maldita) ley de oferta y demanda que rige nuestros destinos económicos en todos los ámbitos.

Lo que es evidente para mí es que uno no invierte en bitcoin. Apuesta, como quien apuesta a que el Madrid ganará al Fuenlabrada en la Copa del Rey o como quien apuesta en la lotería. Son apuestas distintas, pero todas lo son. Y como todas las apuestas, la máxima es la misma:

Invierte

apuesta lo que estés dispuesto a perder.

Ele. Como diría Joaquín Prat, a jugar.