Basta, nostalgia: no necesito un C64 mini

La nostalgia vende. Nintendo lo sabe muy bien, porque la empresa nipona lleva años viviendo de las rentas de sus éxitos pasados, con secuelas y más secuelas de sus personajes (y nos quejábamos de las pelis de Alien) y productos que como la NES mini o la SNES mini precisamente se ceban en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

A mí esos dos productos, como en realidad cualquiera de Nintendo, no me llaman la atención. Crecí con otros videojuegos y otras plataformas, así que el virus nintendero nunca me contagió, pero eso no quita para que no vea lógico que quieran sacar partido a la infección.

Pero claro, hasta la nostalgia tiene sus límites, porque enfrentados al pasado nos podemos encontrar a menudo con que dejarlo enterradito en un baúl hubiera sido mucho mejor. Demasiadas películas, series, libros, cómics y —por supuesto— videojuegos del pasado acaban decepcionándonos, y ese viaje al pasado puede ser un ejercicio dramático y chocante.

Me resultó gracioso el análisis que vi ayer de la SNES Classic desde el punto de vista de alguien "inmune a la nostalgia Nintendo", sobre todo porque la objetividad del tipo era aplastante: esos juegos con esos gráficos pudieron ser interesantes hace 30 años, pero hoy en día ni siquiera las mecánicas lograron atraparle. Está claro que ese chico no era el target de Nintendo con ese producto, pero es que la fiebre por lo retro está dándonos algunos ejemplos patéticos.

Tenemos uno en ese C64 Mini que una empresa británica llamada Retro Games (que tiene poco que ver que yo sepa con la Commodore original) se ha sacado de la manga. Aquí tenemos una réplica barata del C64 que encandiló a millones de usuarios y que, atención, tiene un teclado de pega: no funciona, así que si quieres teclear comandos en BASIC tendrás que conectar uno a través de los puertos USB.

Esa absoluta estupidez se une a esa oferta de 64 juegos que vendrán incluidos —y por los que supongo que habrán pagado los derechos de licencia— y a un joystick con estética ochentera. No especifican nada del hardware, pero como en el caso de la NES Mini y la SNES mini, el secreto estará en un emulador que, atención, veremos si es propietario. Puede que los muy listos hayan acabado usando emuladores como Vice, lo cual me parecería especialmente flagrante.

Señores, no necesitamos un C64 Mini de pega. Para eso cojo mi Raspberry Pi o mi PC/portátil y disfruto de una buena partida al Match Day II —el mejor juego de fútbol de la historia (más o menos)— y listo. Es cierto que eso me pone (una vez más) en esa delgada línea de la violación de propiedad intelectual, pero incluso si quiero evitar eso tengo una alternativa mucho mejor que ese vergonzoso homenaje al C64: obviamente comprar uno de segunda mano, que los hay, y hacerme también con una copia del Match Day II y un joystick (Speed King de mis amores) para volver a disfrutar (esta vez sí) de los buenos y viejos tiempos. No para traicionarlos con baratijas disfrazadas de nostalgia.