Apple y las sensaciones
Esta mañana aparecía en Xataka mi post ‘Y ésta, amigos míos, es la razón de que no exista un “iPhone barato” ‘, una reflexión en la que explicaba las evidentes razones por las cuales Apple se niega a apostar por ese iPhone barato por el que muchos seguro suspirarían.
Los argumentos de los de Cupertino son contundentes: el dinero está en la gama alta. Siempre lo ha estado. De hecho, Apple se posicionó desde el principio en un segmento al que nadie más logró darle sentido, unificando grandes diseños con grandes prestaciones (y grandes jardines amurallados), y consiguiendo a través de la magia de Jobs que nos creyésemos que Apple nos hacía mejores. A un precio, claro.
La leyenda urbana de que todo en Apple es más caro se ha venido difuminando en los últimos tiempos. Yo tuve que rendirme a la evidencia cuando compré mi primer MacBook Air en 2011 y ya antes de aquello me sorprendía descubrir que el ultraportátil de Apple no tenía competencia en precio y prestaciones.


Un 84.6% de los iPhone que se distribuyeron en el segundo trimestre de 2014 son gama alta. Altísima, diría yo. Prodigioso. (Fuente: Statista)
Más sorprendente aún es el hecho de que hoy por hoy no acabo de encontrar ningún Ultrabook que desmienta esa teoría. En tres años hemos visto cómo los fabricantes han tratado de ingeniárselas para superar la máquina de Apple, pero ni las pantallas táctiles, ni Windows 8.1 ni ese carácter camaleónico de los convertibles (son tablets, son portátiles, son lo que uno quiera) ha logrado convencerme. Y parece que lo mismo ocurre con gran parte del mercado.
Evidentemente, hay apartados en los que esa leyenda urbana sigue siendo difícil de refutar. Ahí están los Mac Pro, equipos prodigiosos que a muchos nos parecen también disparatados en su precio. Eso no impide que conquisten a muchos usuarios, e incluso que lo hagan con los que se montan Hackintosh equivalentes. José Jacas es un perfecto ejemplo de ese escenario, y en su recorrido por ese proceso (adiós a los Mac, construcción de su notable Hackintosh, y vuelta al redil Apple) este chico acaba convencido por los productos de Apple por un aspecto al que jamás se le da importancia en los análisis de producto: las sensaciones.
Eso es lo que vende Apple. Sensaciones.
Siempre lo he dicho: parece que uno mola más con productos de esta firma. Aquel mantra del Think Different se ha convertido en una ironía (ahora tanta gente piensa diferente que lo de tener un iPhone o un Mac ya no es nada diferente), pero eso ya da igual. Tener un iPhone, tener un MacBook Pro Retina o tener un MacPro nos hace ser mejores. Por eso los queremos.
Ese argumento de la diferenciación basada en las sensaciones es lo que separa a Apple del resto de empresas de la tecnología, igual que separa a Ferrari del resto en la industria automovilística o a firmas como Louis Vuitton en moda (dios mío, yo hablando de moda). Tener cualquiera de esos productos no significa necesariamente (a veces sí, claro) que vayamos a trabajar o a disfrutar más y mejor. Pero sí parece conferir un aura especial a quienes poseen esos objetos. Hacen, como digo, que molen más.
Por supuesto, aquí el problema es nuestro. Ser tan estúpidos como para adquirir algo simplemente por esa sensación de superioridad es una buena demostración de lo mal que nos va como especie. Tenemos problemas mucho más graves que el de molar más o menos que el prójimo, aunque por supuesto haya gente para todo. Yo en esto me considero bastante a salvo, probablemente porque en mi casa lo de que lleváramos ropa de marca (siendo cinco hermanos la cosa era más bien complicada) o que comiéramos Petit Suisse de cuatro en cuatro era inviable.
Un ejemplo del maravilloso marketing de Apple. La voz, por cierto, es del reciente y tristemente fallecido Robin Williams. D.E.P.
Y así llegamos al corolario de esta nueva reflexión. Las sensaciones son importantes a la hora de comprar tecnología, claro que sí. Pero tienen que ser ‘íntimas’ (no había una palabra más adecuada, no penséis mal), y no producto de un anuncio, un comentario del amigote o el famoso qué dirán de conocidos o -peor aún- desconocidos.
Si a esas sensaciones les acompaña una relación precio / prestaciones notable, tendremos ante nosotros a ese cacharro (o lo que sea) que será difícil no adquirir. Y precisamente lo que consigue Apple es que esa balanza se desequilibre: las prestaciones importan, sin duda, pero las sensaciones parecen hacerlo mucho más.
Cuidado con ellas, no os vayan a traicionar. Sed cucos.