Apple y las redenciones (y II)

Apple y las redenciones (y II)
ipad

La primera parte de esta historia, aquí.

—Manda narices. Mucha inteligencia artificial, mucho coche autónomo, mucho robot, pero nadie ha inventado el sucesor del paraguas —se dijo Harry a sí mismo mientras caminaba por la Avenida Liberty.

Ciertamente, parecía mentira. Tantas evoluciones en unas cosas, y tan pocas en otras. Aquella era una mañana de perros, con una lluvia pesada y fría que hacía que aquel paseo no se pudiese disfrutar demasiado. "Tenía que haber cogido un taxi", pensó Harry. Qué lejos quedaban aquellos tiempos en los que la gente se volvía inútil al volante en cuanto caían tres gotas. Los coches autónomos iban igual de bien en seco que en mojado.

Benditos coches autónomos, pensó. "¿Y conducir ahora en manual?", se dijo a sí mismo. "Qué perezón". Ahora muchos se hubieran reído de aquel antiguo eslogan de 'me gusta conducir' de una BMW que ahora presumía precisamente de lo contrario: el eslógan había cambiado a un "me encanta no tener que conducir". Donde dije digo...

En esas estaba Harry cuando llegó empapado a la recepción de la residencia de ancianos en la que había quedado con el Sr. Cook tras la charla del día anterior. Varios robots danzaban por aquellas superficies pulidas. Uno de ellos se le acercó de inmediato. Era, cómo no, Norma.

—Sr. Burns, me alegro de volver a verle —dijo amablemente. La cara de Harry dejaba claro que no tenía ganas de muchos tonteos cibernéticos hoy — Hay mudas de ropa disponibles en los vestuarios auxiliares, por si desea cambiarse. La más popular es el jersey Jobs de cuello alto.

Harry cambió el semblante. Qué punto.

—Anda, pues sí, Norma, muchas gracias. Voy a cambiarme.

A los cinco minutos Harry estaba sequito y con las mismas pinturris que Jobs adoptó en sus últimos años en las keynotes en Apple. Fue directo a Norma, a la que simplemente le hizo una seña con la cabeza para que le acompañase hasta donde estaba el Sr. Cook.

Le encontraron en una de las salas de ocio de las instalaciones de la residencia. Había de todo, pero el Sr. Cook estaba leyendo un libro convencional, algo que se había convertido casi en un anacronismo en aquellos días. El libro, cómo no, era la biografía de su antecesor y amigo, Steve Jobs, así que la entrada de Harry en escena fue especialmente curiosa. Te hecho el Sr. Cook se quedó algo traspuesto hasta que no se fijó en que quien vestía esas ropas no era otro que su entrevistador.

Boom —bromeó Cook.

—Jajajaj. Buenos días, Sr. Cook.

—Buenos días Harry, ¿qué tal?

—Bien, bien. Afuera está cayendo una buena, pero Norma ha tenido la amabilidad de prestarme este modelito —la robot-enfermera les había dejado en cuanto dejó a Harry en esa sala.

—Me gusta el estilo, me gusta. ¿Bueno, por dónde íbamos ayer?

—Hablábamos de la WWDC de 2017. Iba a usted a contarme qué pasó con iOS 11 y los iPad Pro.

—¡Ahhh, claro! —comentó Cook.

Como el día anterior, parecía lleno de energía a pesar de su ya avanzada edad. La medicina moderna y los tratamientos con tecnología CRISPR habían hecho maravillas en personas maduritas. Envejecer seguía siendo una castaña, pensó Harry, pero al menos uno podía hacerlo sin perder la dignidad.

—Le veo con ganas, Sr. Cook. Cuando quiera.

—Vamos allá. Veamos. Si no recuerdo mal, Craig empezó hablando de las novedades de iOS 11 para el iPhone.

—Así es. Pero el iPhone, por una vez, no era protagonista. Las mejoras fueron poco llamativas.

—Claro, porque el foco estaba empezando a cambiar, seguro que se acuerda usted. MacOS High Sierra no aportaba nada diferencial en cada nueva versión, pero eso era porque iOS era el futuro. O al menos, nuestro futuro.

—Lo recuerdo, claro. Creo recordar que escribí algo sobre eso en aquella época.

—El caso es que en el iPhone no había nada demasiado especial. Recuerdo que activamos los pagos de persona a persona con Apple Pay integrados en iMessages.

—Cierto, cierto. Volvían a copiar ideas, en este caso de Venmo.

—Todos copiaban, Harry, no me venga con esas.

—Cierto, pero a esas alturas se esperaba que ustedes hicieran algo más que copiarlas. Eran Apple: tenían que mejorarlas. Además, una vez más todo cerrado: o usabas iMessages, o de pagos personales nada.

—Como ya hemos discutido alguna vez, esa era nuestra filosofía. Lo de las lentejas que decía Vd. ayer. Sea como fuere, aquello no estaba tan mal. Además hicimos algo mejor a Siri: la voz era menos robótica, si se acuerda. Más agradable. Y luego estaba el Control Center, que por fin adaptátabamos para que todo cupiese en una sola página.

—Aquello no estaba mal. Recuerdo que la gente criticaba mucho lo de ir de un lado a otro en el Control Center antes de iOS 11. Y luego estaba lo otro, Sr. Cook: la realidad aumentada. La eterna promesa que por fin llegó al iPhone.

Cook retiró la mirada un momento. Aquello realmente parecía el futuro en aquella época. Apple había aprovechado aquel evento para hacer un guiño a la realidad virtual —a través del soporte de gráficas externas y con equipos como el iMac Pro—, pero en realidad veían mucho camino por recorrer en realidad aumentada. Como ocurrió con otras tecnologías, las expectativas quedaron ahogadas por una realidad en la que las aplicaciones de esa tecnología eran anecdóticas. Cook se repuso al poco y continuó.

—Exacto. Con ARKit comenzábamos a dar soporte a esa capacidad. Veíamos la oportunidad clara para desarrolladores que no habían encontrado el canal adecuado. Pero con los iPhone la cosa podía despegar definitivamente.

—Pero no lo hizo.

—No, desde luego. Aquello fue un bluf. Nuestras demos no mostraban nada diferencial o que no se pudiese hacer con otras plataformas. La realidad aumentada tenía cierta utilidad y era divertida, pero una vez más nos encontrábamos con una solución a un problema que no existía.

—No como el iPad Pro del que hablaron justo después, ¿verdad?

Cook sonrió. Aquella era su parte preferida de aquella keynote. En Apple llevaban años preparando una transición que estaba siendo lenta y tortuosa, y que por el camino les estaba costando parte de su reputación y de su fama. No innovar en macOS o en los Mac tenía una razón poderosa: que esa plataforma de escritorio debía desaparecer algún día. El problema, claro, era que no podían decirlo en voz alta. O por lo menos, no en voz muy alta.

—Ciertamente, Harry. Ciertamente. En realidad el iPad no era lo importante, aunque la mejora hardware no estaba mal.

—No estoy tan seguro. Al menos en el tema de los marcos. Quitarle marcos a una tablet que al final se coge de forma distinta que un smartphone parecía peligroso —comentó Harry recordando aquella tablet que seguía la moda del momento, las pantallas sin (apenas) marcos).

—Puede, pero a nosotros nos funcionó: más diagonal en las mismas dimensiones, pero sobre todo una pantalla más brillante y con esa frecuencia de refresco de 120 Hz que era importante para mejorar la latencia del Apple Pencil. Le ganábamos a Microsoft, que acaba de presumir de la menor latencia del mercado.

—Por un ms que nadie notaría en la vida, pero ok. De todos modos mucho discurso con la latencia, pero no corregían lo peor del Apple Pencil. Su gran metedura de pata.

—¿Cuál? No recuerdo nada especial... —comentó el Sr. Cook dubitativo.

—Esa forma de cargarlo desde la parte trasera con el puerto Lightning. El horror, Sr. Cook. No me dirá Vd. que no.

El Sr. Cook lo recordaba, desde luego. Esa fue causa de una buena discusión con Jon Ive, el protegido de Jobs, que era una figura con demasiado poder y aparentemente poca responsabilidad. Mientras fuera bonito, lo demás daba (casi) igual. Aquel sistema de recarga había sido una chapuza, pensó Cook ensombreciendo el gesto.

—Pues voy a tener que darle la razón, Harry. Podría echarle la culpa a Ive, pero supongo que la culpa era mía. Al final era yo quien tenía la última palabra, pero en aquel momento la idea no pareció tan mala.

—Sea como fuere, lo importante del iPad Pro no era el iPad Pro, sino iOS 11.

—Así es. Cuando empezamos a desarrollar el iPad Pro 10.5, lo hicimos con una idea en la cabeza: iOS 11 tenía que darle sentido por fin a este tipo de producto. Por esa razón integramos las tres grandes novedades del sistema operativo. El dock, el sistema de arrastrar y soltar, y, por supuesto, el explorador de ficheros.

—Recuerdo especialmente lo del explorador. La aplicación que todos los usuarios de iOS decían que nunca echaron de menos. Justo hasta que la tuvieron delante, claro. Recuerdo un debate en Twitter sobre el tema que tuve con dos antiguos colegas de profesión.

Cook sonrió.

—Bueno, ya sabe cómo funcionan estas cosas. Hubo quien dijo que el explorador de archivos no era necesario en el paradigma de iOS, pero claro, aquel paradigma ya no era solo el del teléfono. El sistema operativo estaba creciendo, y poco a poco conquistaba un terreno para el que no estaba pensado al principio.

—El escritorio.

—Exacto. El dock y la gestión multiventana mejorada hicieron que la experiencia fuera aún más similar a macOS/OS X que nunca, y lo mismo con el sistema de arrastrar y soltar. Pero el componente estrella era ese explorador de ficheros. Mucha gente que se había empeñado en utilizar el iPad Pro como su único ordenador había hablado de lo bien que vendría una aplicación así para aumentar la productividad. Estuvimos de acuerdo, así que creamos esa aplicación. Así nació Files.

—Ese fue el momento en el que el iPad Pro comenzó a tener sentido como alternativa al MacBook o al iMac.

—Así es. Y solo faltaba un elemento más para la transformación completa —comentó el Sr. Cook, que claramente le envidaba a Harry.

—Sé perfectamente a lo que se refiere. Hablé de ello también hace años [entrada aún por publicar], pero estoy de acuerdo. Con aquel elemento, los MacBook y macOS comenzaban a tener bastante menos sentido para la inmensa mayoría de la gente.

—Así es.

—Pero terminemos el repaso, Sr. Cook. Queda aquel último anuncio, uno que mucha gente esperaba con expectación.

—El HomePod, por supuesto.

—Así es. Un producto de la vieja escuela Apple.

—¿Por qué lo dice?

—Luego se lo cuento. Primero, sus impresiones.

—Bueno, el HomePod era inevitable para nosotros. Teníamos todos los componentes necesarios para hacer un buen altavoz inteligente...

—Querrá decir conectado. Siempre odié aquella moda de ponerle a cualquier cacharro el apellido "inteligente".

—Bueno sí. Conectado, ok. El caso es que el HomePod tenía que aparecer tarde o temprano, y lo hizo entonces. Fue un producto lógico, un producto "fácil" para nosotros. La integración de Siri le daba valor, y además estaba su buena calidad de sonido.

—Y una vez más, robaban ideas del mercado.

—Copiábamos bien, y nos funcionaba. Fíjese Vd., un Amazon Echo que se centraba en la parte del asistente de voz costaba 180 dólares en aquella época. El Sonos PLAY:1, que sólo se centraba en la parte del sonido, costaba 199 dólares. Nosotros combinamos ambas y las vendimos tranquilamente a 349 dólares.

—Y una vez más, la gente cayó en la red.

—Pues claro. Podíamos haberlo puesto a 499 dólares y la gente lo hubiera seguido comprando.

—Ya entonces me parecía (y perdóneme Vd.) una vergüenza. Sobre todo teniendo en cuenta que el HomePod solo era compatible con Apple Music. Su jardín era más amurallado que nunca. Por eso lo del comentario de antes. Un producto de la vieja escuela.

—Todo lo que quiera, pero aquella estrategia nos funcionaba una y otra vez. Y si una cosa funciona, no la toques. El HomePod fue todo un éxito para nuestra división de hardware, no sé si lo recuerda.

—Sí, los vendieron como churros, sobre todo gracias a aquellos 27 millones de usuarios que tenían Vds. en Apple Music en aquella época.

—Y más que se suscribieron gracias al HomePod. Fue una jugada redonda, y eso que Siri no estaba tan avanzado como Google Now, Cortana o Alexa en la época.

Cook sonreía, satisfecho, mientras recordaba aquella keynote que volvió a demostrar el poderío de una Apple que con sus luces y sus sombras se permitía el lujo de dar algún golpe de mano de cuando en cuando. Aquella WWDC de 2017 lo fue.

—Así es, pero eso no importaba. Lo que vendía de aquel altavoz, como siempre ocurría con Apple, era el ecosistema. Si Google o Amazon hubieran comprado Spotify, hubieran podido competir con ciertas garantías. Por aquel entonces nadie quería hablar con las máquinas, no sé si lo recuerda.

—Ya lo creo. Y mire donde estamos ahora —dijo Cook.

El anciano se quedó pensando. Echó un vistazo a una sala en la que lo normal era que los ancianos hablaran con las máquinas. De hecho, pensó, era menos normal que los ancianos hablaran con otros ancianos: los robots tenían que aguantar tus batallitas sin rechistar, se dijo. Otras personas carecían de la paciencia, tiempo o ganas de hacerlo. Benditos robots, que habían acabado siendo una valiosa compañía para tanta gente. Cook recordaba aquellos debates a principio de siglo sobre la ética robótica y los derechos de los robots. Cuánto habían cambiado las cosas.

Harry interrumpió sus pensamientos.

—Perdone... Creo que está todo Sr. Cook.

—Sí, creo que tiene usted material de sobra para escribir un buen artículo.

—Ya lo creo. Puede que hasta lo haga en dos partes. Aquí hay mucha tela que cortar —comentó Harry —. Aunque me encantará poder entrevistarle más adelante, tenemos aún unas cuantas cosas de las que hablar.

—Claro, Harry, claro. Llámeme cuando quiera —dijo el Sr. Cook señalándose la oreja. Los implantes intraaurales estaban a la orden del día desde hacía años.

Harry y el Sr. Cook se despidieron con un apretón de manos, y Harry se encaminó a la salida, desde donde la siempre eficaz y atenta Norma se le acercó para ver si necesitaba algo más.

—Nada, Norma, gracias. Cuide bien del Sr. Cook.

—Por supuesto, Sr. Burns.

Afuera ya no llovía. Solo corría una ligera brisa, que se combinaba con ese olor fantástico olor a césped mojado tras el chaparrón. "Un buen final para el día", pensó Harry. Así era.