Apple y las historias que venden tecnología
Uno asiste a presentaciones de otras empresas y suele no salir demasiado impactado. En esta época de confinamiento se han multiplicado las conferencias virtuales y la avalancha de lanzamientos es brutal. Claro, la logística se reduce a mínimos porque solo tienes que pedirle a un medio que vea un vídeo pregrabado en cierto momento. Nada de organizar viajes, hoteles y agendas. Es maravilloso.
El problema es que la gente de las empresas no se lo curra demasiado. Entiendo que el ritmo es el que es, pero la mayoría de presentaciones son bastante rollo, y a no ser que los productos sean especialmente destacables (como ocurrió con las RTX 3000 de NVIDIA), las presentaciones suelen ser tostones infumables en los que muchos directivos se enrollan más de la cuenta y tratan de vendernos unas cuantas motos por el camino.
Todos lo intentan hacer, claro, pero hay quien lo hace con estilo. Apple, por ejemplo, dio un ejemplo ayer de cómo hacer una presentación impecable. Rápida (diría que incluso vertiginosa), dinámica y con mucha información condensada en esa hora de conferencia que podéis revisitar en YouTube tanto en versión completa como en resúmenes aún más condensados como el que por ejemplo han hecho en The Verge:
El evento fue como digo impecable, pero en mi opinión lo fue por un elemento diferencial que pocos usan: historias. Testimonios de gente como tú o como yo que usa sus productos.
Esos testimonios, dramatizados y exagerados o no, son la prueba evidente de cómo la tecnología mejora, cambia e incluso salva vidas. Tim Cook daba nada más empezar paso a algunos vídeos de varias personas a los que el Apple Watch les había salvado de morir o que había mejorado su estado de salud de forma notable. Todo en tono cinematográfico, muy bonito y visual, pero también en formato creíble.
Esa chica llamada Kate con diabetes de tipo 1 que logró competir con el reloj como guía. Ese hombre llamado YJ que se gastaba 2.000 dólares al mes en medicación por sus problemas de corazón y se los ahorró gracias a una dieta y unas sesiones de ejercicio en las que el Apple Watch fue un buen aliado. O James, ese chico al que le vibró el Apple Watch porque su ritmo cardíaco se estaba disparando. Gracias a eso fue a urgencias, salvó la vida y pudo seguir disfrutando de sus hijos y de su familia. La imagen de él con sus niños, en vertical, modo selfie, más real, lo dejaba todo claro.


Da un poco igual que esas historias estén más o menos exageradas, porque resultan creíbles. Da igual que en muchos de los casos se conceda un papel igualmente exagerado al Apple Watch: tanto Kate como YJ no mejoraron su calidad de vida por un reloj: lo hicieron porque tuvieron la voluntad y el deseo de hacerlo. Que luego el Apple Watch animara más a ello es secundario, pero la firma de Cupertino sabe cómo darle la vuelta a la tortilla y vendernos el mensaje de que quizás sin el Apple Watch eso no hubiera pasado.
El caso es que esas historias resultaron para mí la clave de todo el evento. La charla sobre las esferas (watch faces) hubiera sido un absoluto momento chorra de la presentación de no ser por ese fragmento en el que mostraban por qué esas esferas importan. "Si te va el surf, tenemos una esfera para ti", y ahí estaba, la esferita con datos sobre el estado de la mar gracias a aplicaciones como Dawn Patrol. "Si te va la fotografía, tenemos una esfera para ti", y ahí mostraban una esfera basada en la app Lumy que permite monitorizar la posición del sol y encontrar esa "hora dorada" para sacar fotos de National Geographic.

Las esferas no solo molan: son útiles. Y parece que solo lo son en Apple, porque ellos se han molestado en demostrar (y mostrar) que pueden llegar a serlo.
Lo mismo ocurría con la opción de Family Setup, que de repente hace que los Apple Watch también puedan ser buenas opciones para niños (y personas mayores). A ese precio no lo serán para los míos, pero aquí Apple dio otro paso importante en ese ámbito, y lo hizo una vez más mostrando cómo esa opción cambiaba las cosas para los padres que quisieran tener un poco más (hiper)controlados a sus hijos. "Obtendrás la confirmación de que tu hijo está exactamente donde esperas que esté". Y de fondo, imagen al canto con notificación de que una niña llamada Makena había llegado al entrenamiento de baloncesto.

Todas esas historias convierten al Apple Watch en ese dispositivo que de repente se convierte en un objeto de deseo. No solo por que moles más o menos con él (obviamente molarás más, esto es Apple señores), sino porque el producto mejora tu vida. Al menso, eso es lo que dicen las historias.
Menos impactante fue para mí el lanzamiento de Fitness+ —bien, pero veremos si les pirula cuando hay tantas alternativas, me recuerda a aquel maravilloso Xbox Fitness que trabajaba con Kinect y que abandonaron— o del rumoreado Apple One para unificar suscripciones.
Con el iPad no pudieron hacer tantas florituras. El nuevo iPad básico mola y sigue siendo (en mi opinión) la mejor opción para la mayoría de usuarios, pero que estemos en 2020 y la versión básica venga con 32 GB y sin posibilidad de ampliar es una absoluta vergüenza. Los 379 euros deberían haber dado para al menos 64 GB, pero es que la versión de 128 GB sale por 479 euros, una cantidad exagerada por el iPad "básico" que a ese precio no es nada básico. Como decía Antonio Sabán, Apple demuestra aquí y en otras cosas su racanaería
Me pareció especialmente interesante la presentación del iPad Air, una tableta que es destacable porque 1) le pone las cosas difíciles al iPad Pro, que tiene el LiDAR y la pantalla Pro Motion, y 2) porque es un anticipo de lo que veremos en el iPhone 12.
Me pareció especialmente llamativo ese foco que pusieron sobre las especificaciones del espectacular Apple A14 Bionic que, atención, está fabricado en 5 nm. Según indican en AnandTech las mejoras son notables, pero parece que sobre todo parece que serán determinantes en eficiencia. Aquí el discurso cambió, y creo que Apple lo hizo mal: esa parte del vídeo hablando de rendimientos nos puede interesar a unos cuantos friquis, pero es prácticamente imposible que el 99% de los mortales comprendan ese mensaje. Lo que hay que hacer es venderlo con su impacto. Con historias.
Lo intentaron hacer con pequeños vídeos de ese rendimiento en aplicaciones como djay Pro AI (bastante chorra), algún juego (pero con las Xbox Series S y la PS5, eso quedaba en segundo plano) o la edición de imágenes con Pixelmator que ahora tiene un modo de "mejorar" imágenes y mejorar la definición mediante AI en recortes. Bien, pero es que todo eso ya lo podíamos hacer más o menos igual ahora, y eso hace que el iPad Air no cambie vidas. Las historias aquí no funcionaron, pero claro, es complicado (por no decir imposible) vender que un iPad te va a cambiar la vida a estas alturas.

Por no hablar del precio, una vez más exagerado por esos 649 euros para el modelo de 64 GB que, una vez más, se queda (muy) corto en almacenamiento. Como ocurre con estos iPad de gama alta, lo normal es que con ellos te compres un teclado (como el estupendo y carísimo Magic Keyboard) para aprovechar aún más todas esas prestaciones que hacen que este iPad Air sea más bien un iPad Pro Air (o un iPad Air Pro). Yo no lo veo como un producto rompedor.
Probablemente es más fácil contar historias cuando tienes productos que permiten construirlas. El Apple Watch lo permite hoy por hoy. El iPad Air, a estas alturas, no tanto. La empresa de Cupertino tuvo suerte de contar con la parte de los Apple Watch, porque con ellos logra vender esas historias: si solo hubiera presentado estos iPad algo rácanos —y de racanería Apple sabe mucho— otro gallo hubiera cantado.
Las especificaciones (nos) importan a unos pocos. Las historias importan mucho más.
A todos.