Del Apple Watch y la irracionalidad

El Apple Watch podría ser triangular y daría lo mismo. Su batería podría durar medio día, podría tener un diseño mucho más hippie, podría tener teclado virtual en pantalla o un touchpad desplegable de  muñeca. Daría igual.

Porque la única realidad es que van a vender relojitos como rosquillas. Todos los medios hemos dedicado y dedicaremos páginas y más páginas a debatir sobre cada uno de los detalles de estos dispositivos, pero eso también da igual. Porque lo cierto es que esos debates servirán para bien poco, porque la mayor parte de la gente que comprará los relojes no lo hará porque integren un procesador hipereficiente (o no) o porque su sistema de carga por inducción funcione como la seda (o no). Vale que eso ayudará (o no), pero me da la sensación de que hiciera lo que hiciera Apple, su Watch será su próximo romperécords.

La reflexión parte de un artículo que Manuel Arenas (@digitalcual) publicaba recientemente en LinkedIn (ya te lo he dicho allí y te lo repito aquí: móntate un blog propio, por dios) y en el que desgranaba muchas de las claves que rodean a esa “bomba de relojería de Apple”. En todo coincido con él, pero como digo el debate técnico no tiene mucho sentido aquí. Y es que como dicen en Wired, “El Apple Watch no tiene que hacer nada especial para ser un bombazo“. Atentos a uno de los párrafos del susodicho:

Remember the last time Apple made a device that didn’t seem to have an obvious reason for existing? It was called the iPad, and it was “just” a giant iPhone.

En realidad los primeros iPad no eran iPhones gigantes, sino iPod touch gigantes, y como tal los despreciaron -los desprecié- desde su salida. Y míralos, vendiendo millones y millones de unidades -aun con desaceleración, eso sí- y manteniendo su papel de referencia.  Pues lo mismo ocurrirá -y probablemente multiplicado por n- con un reloj inteligente que simplemente hará que ese precioso jardín amurallado sea aún más florido.

Que es lo que mola.