Adiós a las sorpresas
Acaba de publicarse en Xataka mi último artículo especial, “El negocio de las filtraciones tecnológicas“. El texto se ha retrasado más de la cuenta porque cuando hay entrevistas y declaraciones de por medio todo se alarga, pero al menos me ha dado la oportunidad de intercambiar impresiones en directo con gente con tablas importantes.
Por un lado, en el campo de la comunicación, porque poder contar con los comentarios ricos ricos y con fundamento de Pablo Herreros y Enrique Dans le da más empaque a un tema más de investigación y en el que todo está demasiado difuso: de hecho, no tengo pruebas -ni yo ni mis interlocutores- de que lo de las filtraciones sea un negocio como tal. Es una sensación, pero una que tras hablar con ellos se consolida.
Por otro, en el del motor, donde he podido disfrutar de una animada y genial charla con un compañero de Motorpasión, Josep Camós (que no Campos, yo también metí la pata con el traicionero apelllido). Josep me dejó bastante alucinado al descubrirme los tejemanejes de la industria del automóvil, algo que es doblemente sorprendente en mi caso. Y lo es porque mi padre trabajó toda su vida en la fábrica de Peugeot en Villaverde -empezó cuando aún era Barreiros, y muchos aún se acuerdan allí de Don Valentín- y porque el testigo familiar pasó a mi hermano, que lleva también unos cuantos añitos haciendo coches con las manos, como dice el cachondo de él. Ninguno de los dos me contó nunca nada de esto, pero claro, ellos no se dedican a esa parte de negocio.
Sea como fuere lo de las filtraciones tecnológicas es el pan nuestro de cada día, y aunque ciertamente nos da mucho de qué hablar a los medios, también nos ha quitado algo fundamental: la capacidad de sorprendernos. Pablo me comentaba como el caso de Apple es flagrante: hace años sus eventos eran mágicos, y por poco que presentaran, casi siempre teníamos asegurado un momento wow. Aunque luego el wow se descafeinase al saber más de aquel producto o característica. Daba igual. Éramos casi como niños en cuanto a la capacidad de asombro. Ingenuos, facilones, acríticos.
Eso ya no ocurre. A Apple no le dejan que haga magia en sus eventos. En realidad no sé si lo hubieran logrado en los últimos eventos que organizan, porque como he comentado repetidamente tras esas citas, la empresa de Cupertino parece haber perdido esa capacidad de sorprender. Pero claro, es muy fácil decirlo a toro pasado, cuando uno asiste (virtualmente) al evento sabiendo todo lo que se va a presentar. Casi como si fueramos apuntadores de Cook. “Oye Tim, ahora te toca presentar lo de 3D Touch. Bien. Ahora habla un poquito del aluminio de la serie 7000. Chulis. Y ahora, que salga el del pelazo. Craig, enséñanos lo de la pantalla dividida. Correcto“. Captáis la idea, ¿no?
Y lo que es cierto para Apple lo es para la inmensa mayoría de fabricantes, que se han montado una estrategia de marketing cortoplacista y oportunista. Es pan para hoy y hambre para mañana, pero es que además acaba siendo odiosa. A quien le toca cubrir estos eventos lo tiene crudo: la ilusión y la emoción desaparecen. No hay sitio para la improvisación. Todo sigue un guión inflexible que hace que muchos directivos parezcan marionetas -dejo para otro post el debate sobre quién debería hacer las presentaciones de producto mundiales- y que unido a las filtraciones suele convertir estas citas en un verdadero tostón.
Cómo echo de menos las sorpresas.

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