Adiós, Keychron K5 Max

Yo quería que me gustara. Después de todo, el tecladito de marras costó 130 euros. A priori, todo parecía maravilloso. Un diseño pintón, un sonido bastante discreto y agradable considerando que es mecánico, y un montón de funciones programables si te apetecía aprovecharlas.
El Keychron K5 Max fue mi regalo de Reyes Magos, y la verdad es que tenía ganas de usarlo y de que me gustara, pero estas cosas pasan. ¿Sabéis cuando algo no te acaba de dar buen feeling? Como esas zapatillas que te has comprado, ese corte de pelo que te han hecho o, en mi caso, ese teclado que se supone iba a ser tu compañero de picateclas durante años.
Te pones las zapas, te miras al espejo y empiezas a escribir. Y en todos los casos quieres ser feliz, quieres que esos cambios en tu vida funcionen y se conviertan en estupendos... pero notas algo raro. Como que no acaban de convencerte. Hay un nosequé incómodo y chungo.
Pues con el Keychron me pasó desde el minuto cero. Cuando publiqué aquel post de que ya era mío acabé diciendo que "me mola el tecladito". Luego, casi de forma premonitoria, añadí que no sentía que me hubiera cambiado la vida ni me iba a convertir en un talibán de los teclados mecánicos, y así ha sido, porque lo he acabado revendiendo en Wallapop.
¿Qué falló? Varias cosas, pero una por encima de todas las demás: no logré que funcionara bien de forma inalámbrica con mi Mac mini M4. A pesar de tener tanto opción Bluetooth como opción RF con su adaptador USB, el comportamiento era terrible, sobre todo con Bluetooth, que perdía un montón de pulsaciones y tardaba en "despertar" si se quedaba un ratito sin usar. Al final acabé usándolo siempre con cable para evitar historias, y cuando uno está acostumbrado a un teclado inalámbrico como mi Logitech K800, duele sobre todo si has pagado un dineral por esa opción inalámbrica.
Tampoco es que me conquistase el tema de que fuera mecánico. El tacto de las teclas era simpático, sí, pero me parecían ligeramente pequeñas y me equivocaba de vez en cuando, probablemente acostumbrado a las dimensiones de las del K800. Me di tiempo y me dije eso de "ya te acostumbrarás", pero nada, no acababa de convencerme.
También tuve algunos problemas con Karabiner y los atajos de teclado, que tenía (y tengo) perfectamente configurados con el K800, pero que con el Keychron no funcionaban igual de bien. Tuve de hecho que acostumbrame a otras combinaciones de teclas para ciertos atajos, algo que molestaba. A esto sí me acostumbré, pero me dio igual, porque estaba más cómodo con los atajos antiguos del K800.
Y luego estaba la retroiluminación, muy colorida pero demasiado gamer para mí. No solo me conformaba con una retroiluminación sencilla, sino que es lo que buscaba. Me gusta mucho más la del K800, que detecta cuándo se acerca la mano en condiciones de baja luz y es así cuando resalta la letra de la tecla (y no sus alrededores). Está cascadilla, como conté, pero sigue funcionando y es lo que quiero y necesito cuando trabajo y el despacho está un poco más a oscuras.
Todo ello fue minando un poco mi moral y acercándome más a la decisión inevitable: este teclado no era para mí. Tras mes y medio usándolo e intentando "quererlo", decidí quitármelo de encima. Puse un anuncio en Wallapop y lo vendí hace unos días por 95 euros. Me ha salido cara la prueba, la verdad, pero al menos no me quedo con un periférico que tengo que usar todos los días y que no me convence.
He acabado volviendo al K800, que a pesar de estar viejito sigue funcionando muy bien con su receptor inalámbrico. Tengo que recargarlo a menudo, pero cuando te acostumbras a algo, es difícil cambiar. Y en teclados, parece más. El experimento ha hecho que me plantee seriamente cambiar de teclado a corto plazo —los reyes magos me dieron la oportunidad, pero tampoco necesitaba sí o sí cambiarlo—, y ahora me veo con el K800 hasta que muera definitivamente. Si eso pasa voy a tener un problema, porque hace tiempo que no lo fabrican y creo que aunque hay algunos por ahí en venta salen como por 400 euros. No seré yo el que pague eso (creo) así que ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
Mientras tanto, que viva el pragmatismo, queridos lectores. Si esas zapatillas no os convencen, a la porra. Si el corte de pelo no os deja guapetes, pasad otra vez por la pelu (o poneos un gorro). Y si compráis un teclado mecánico y pensáis que os va a cambiar (un poco) la vida pero no, haced como yo y vendedlo en Wallapop aunque salgáis perdiendo algo de pasta. Hay que ser prácticos en esta vida, que bastante difícil es ya como para encima no estar contentos con aquello en lo que nos gastamos el dinero. Mala suerte, fuera, y a otra cosa mariposa.
Hasta siempre, Keychron.