Adiós al tupper

Ayer a última hora me encontraba con un artículo fantástico (y largo, cuidado) de The New Yorker titulado "The end of food" en el que la autora, Lizzie Widdicombe, novelaba la historia de Soylent. La historia va un poco así: tres jóvenes emprendedores habían logrado recaudar fondos para un proyecto que no acababa de cristalizar. Se les iba acabando la gasolina, así que tenían que recortar gastos. Y la comida era uno de ellos.
Así que uno de los chavales, llamado Rob Rhinehart, se fue a una biblioteca y se documentó a tope sobre bioquímica nutricional. La idea era la de crear una comida barata y nutritiva que les ahorrase problemas. Así por las buenas se inventó con los compis un mejunje que, según ellos, aportaba todo lo necesario para esa alimentación equilibrada. Y qué mejor nombre para el mejunje que Soylent, que era el apelativo que tenían las raciones de comida de la película "Cuando el destino nos alcance" ("Soylent green"). Pero cuidado, que lo que descubre Charlton al final respecto a la comida, afortunadamente, no tiene nada que ver con esto.
A partir de ahí, ritmo frenético. Los chavales van probando recetillas y hacen dogfooding (nunca mejor dicho), convirtiéndose en cobayas de su propia creación. Afinan la receta y aseguran que el resultado, esa bebida con un aspecto sospechoso, es el sustituto perfecto de cualquier dieta convencional. La cosa empieza a popularizarse, y a Rhinehart y sus coleguillas se les ocurre algo espectacular: en lugar de guardarse la receta para ellos mismos y adoptar la filosofía Coca-Cola, la publican.
El resultado, evidente: de repente a todo el mundo se le ocurren versiones alternativas de Soylent. De la nada sale Diy.Soylent.me, un sitio web orientado a que todo el mundo comparta sus recetas con ese Soylent del "hágaselo usted mismo" (Do It Yourself, DIY) y se conviertan, así por las buenas, en pequeños chefs del futuro.
El epílogo de la historia: los chicos abandonaron el proyecto original en el que andaban, claro, y se centraron en el desarrollo de Soylent a nivel comercial. La cosa no les ha salido mal del todo. La campaña de financiación colectiva ha logrado que recauden, atención, dos millones de dólares, cuando ellos pedían 100.000 para comenzar a poner la producción en marcha. Y salvo que pase algo raro, es probable que la idea no parece de crecer.
Y no me extraña. Aquellos chavales, como mucha otra gente, no tenían (o más bien, no querían tener) demasiado tiempo para cocinar e incluso para comer. Y es el caso de mucha otra gente que la mayoría de los días ve lo de prepararse la comida y comérsela como algo que les roba un tiempo que podrían utilizar en otra cosa.
Yo me veo totalmente reflejado en ese escenario. Para alguien que como yo se hace como mucho un poco de pasta o, ya en plan Master Chef, un cocido, lo de preparar la comida es un tostón. Me gusta comer como al que más, pero no me mola nada la fase previa de preparación. Y eso que teletrabajo y me lo podría tomar incluso con calma organizándome. Pero no me va. Dedico al tema más bien poquito tiempo.
Esto de Soylent sería una solución perfecta para no preocuparme cuando tengo cosas más importantes que hacer. Y como decía Rhinehart, una cosa no quita la otra: "en el futuro veremos una separación entre las comidas que hacemos por su utilidad y función, y las comidas que hacemos por la experiencia y la socialización". Así que el mejunje serviría para cumplir con la dieta la mayoría de los días, pero en todo momento podríamos lanzarnos al filetón de turno o al bocata de lomo con queso. Tanto si socializamos con el tenedor en la mano como si no.
Yo lo veo como todo un invento, y por esa razón me ha sorprendido un poco la reacción de los lectores de Xataka cuando esta mañana he hablado de Ambronite, una especie de versión premium de Soylent que esta vez se han cocinado en los paises nórdicos, y no en yanquilandia. Muchos comentarios --que no todos-- rechazaban de plano la idea, mientras que otros con algo más de visión valoraban la validez de Soylent frente a cosas como los congelados listos para la fritanga de turno (de los que tiro más de lo debido, porras).
No sé. A mi me da que esto podría ser un posible adiós al tupper.