Trata de perder esa discusión

Trata de perder esa discusión
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Soy, lo que podría decirse, un cabezón de mente abierta. Tengo claras algunas cosas -no muchas- pero tanto en esas como en las demás estoy razonablemente dispuesto a que me convenzan. A perder la discusión.

Eso es precisamente de lo que hablaba un chico llamado Sean Blanda en un fantástico artículo en Medium titulado ‘The “Other Side” Is Not Dumb‘. El texto empezaba de forma curiosa, proponiéndonos un juego llamado “Opinión controvertida”. En un grupo de amigos alguien expone una opinión -“Creo que Star Wars: The Force Awakens’ es tan solo pasable” por ejemplo, aunque puede ser cualquier cosa- y los demás no pueden discutir u ofrecer sus argumentos: solo pueden hacer preguntas a esa persona sobre las razones por las que ha dicho eso.

El artículo habla del efecto del falso consenso, un “sesgo cognitivo por el que muchas personas tienden a sobreestimar el grado de acuerdo que los demás tienen con ellos“. La mayoría de la gente no solo cree que tiene la razón en todo: además presupone la mayoría de la gente opina como ellos porque sería absurdo poder opinar de otra forma.

El que no opina como tú es un ignorante… o algo peor.

Es algo que vemos a diario y que se ha amplificado con el éxito de las redes sociales, donde compartimos aquello que nos interesa y probablemente aquello con lo que estamos de acuerdo. Y si compartimos algo con lo que no estamos de acuerdo, a menudo acompañamos ese enlace de algún chascarrillo para criticar esa opinión de forma graciosa. Lo decía Blanda de forma contundente:

Sharing links that mock a caricature of the Other Side isn’t signaling that we’re somehow more informed

Qué gran verdad. Ahí estamos, reafirmándonos en nuestras posturas, que además son las únicas que pueden ser relevantes. Y la solución es difícil e incómoda en redes sociales: deberíamos seguir a gente con la que no compartimos gustos ni criterios. No solo eso: en caso de encontrarnos con opiniones que no nos gusten, no deberíamos tratar de debatir con ellos y exponerles nuestras razones. No deberíamos tratar de ganar la conversación o discusión.

Deberíamos tratar de perderla.

Eso es precisamente lo que recomienda esa reflexión de Blanda en la que precisamente la idea es la de no discutir, sino aceptar que podemos no tener razón. Qué bien le vendría al mundo que todos hiciéramos un poquito este ejercicio a diario.

No trates de “convencer” a nadie de tu punto de vista. No te apuntes un tanto riéndote de ellos con tus amigos. En lugar de eso, trata de perder. Escúchales. Pídeles que te convenzan y sé sincero al respecto. […] O la próxima vez que te sientas inclinado a compartir un enlace en medios sociales sobre algo que está ocurriendo, cuestiónate por qué lo estás haciendo. ¿Es porque realmente aporta luz sobre algo que no habías considerado? ¿O confirma tu visión del mundo, recordándole a tu círculo de colegas intelectuales que no estás “Al Otro Lado”?

Qué grande. Voy a intentar interiorizar esa idea para reforzar el hecho de que casi nunca tengo razón

no siempre tengo razón casi nunca

. Y sobre eso, os lo aseguro, tengo razón. Sobre eso es lo único sobre lo que creo que soy un verdadero talibán.


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