40 castañas

Recuerdo perfectamente una mañana en el cole, a los 14 años. De repente me dio por pensar dónde estaría 10 años después, y empecé a montarme mi particular película. Que por supuesto y como pude comprobar en mis carnes a los 24, no tendría nada que ver con la realidad. Y sin embargo desde aquel momento, a cada poco me montaba frecuentes películas particulares sobre dónde andaría a esos 20, 30, o 40 años. Las películas han ido siendo menos fantasiosas, pero en todas ellas ha permanecido una idea. La de que a estas alturas tendría un montón de cosas claras. Un montón de certezas.
Hoy cumplo 40 años. Llego al que para muchos es el cénit de la vida. A partir de aquí, la típica broma. Prepárate para la cuesta abajo, chaval. Se acabó lo bueno. Y teóricamente, esos 40 años deberían ser también una edad en la que uno tendría ya todo muy asentadito. Pero de eso nada. Certezas, pocas.
He crecido en una familia genial (como todas, con sus cositas), he creado un par de empresas (de una de ellas salí hace poco), me he casado con mi impresionante mujer (que además, es mi mejor amiga), he tenido dos hijos increíbles, y he tenido la oportunidad de conocer un buen número de personas y lugares. No demasiados. Un buen número.
Pero esa 'buena' cantidad de experiencias no han ayudado mucho en cuanto a mis expectativas sobre mis certezas sobre la vida. Sobre tenerlo todo mucho más asentado.
Así, ya no espero tanto de la gente, pero aún espero un montón de cosas de la vida.
Creo que he disfrutado bastante, pero espero disfrutar muchísimo más en el futuro.
Y creo que no he tenido el éxito que me hubiera gustado profesionalmente, pero sigo creyendo que lo mejor está por llegar y que acabaré haciendo grandes cosas de las que me sentiré aún más orgulloso.
Puede que tenga demasiadas expectativas a esta edad. Y aún así, me sigo diciendo a mi mismo que no me siento como creo que dicen que se siente la gente de 40 años. Bueno, puede que sí físicamente. Pero en mi mente aún hay un montón de cosas por llegar. Por disfrutar. Por hacer.
Y supongo que pensar eso es el mejor regalo personal que podría hacerme a mi mismo.