291 horas en un vagón
Esas son las horas que tendría que pasar este 2020 en un vagón de metro. Uno que me llevase y me trajese de puerta a puerta y que me permitiese acudir a mi lugar de trabajo a diario. El caso, claro, es que no voy a tener que pasar por eso. La razón es simple.
Teletrabajo.
Puede que haya dicho alguna vez que no soy hater o fanboy de casi nada. Pues bien: me declaro fanboy absoluto del teletrabajo. He hablado alguna vez del tema e incluso escribí mi particular oda al teletrabajo. Hay ciertamente desventajas, pero en mi caso creo que las ventajas son mucho, mucho más importantes.
De entre todas ellas, claro, está la del tiempo que ganas teletrabajando. En Madrid, decían hoy medios como el ABC o El País, nos pasamos de media 69 minutos al día en desplazarnos. Bueno, se pasan otros, porque yo, insisto, teletrabajo.
Un cálculo rápido permite saber cuánto tiempo me ahorro gracias a esa faceta. En 2020 hay 253 días laborables, y multiplicando por 69 minutos al día salen 290,95 horas invertidas en esos desplazamientos que yo tendría que hacer de tener que ir a una oficina día sí, día también. Evidentemente habrá gente que se pase más de esos 69 minutos en un vagón de metro, coche, autobús, bici, patinete o combinación de todos ellos al día. También los habrá que pasen menos minutos desplazándose.
Mi percepción es que la gente pasa bastante más tiempo para ir de un lado a otro. Una hora de ida y una de vuelta es bastante normal por aquí, pero claro, como sabéis vivo en un miniresort burgués y eso me aleja un poco más del mundanal ruido (y las mundanales oficinas). Aún así la media me parece coherente, como también las críticas que por ahí hacían de esos datos: resulta que quienes gobiernan en Madrid, que tenían como objetivo desde hace años que cogiéramos menos el coche y más el transporte público, han fracasado estrepitosamente. Usamos menos ese transporte público (un 8%), no más.
Este chico lo explica muy bien tanto en ese hilo de Twitter como en este otro del año pasado, y es una pequeña tragedia que yo diría que afecta más o menos a cualquier gran ciudad de nuestro planeta. Es lógico, claro: cada vez son más grandes y con más gente, y toda esa gente quiere llegar al trabajo a su hora. La solución también es fácil: alquílate algo y vete a otra ciudad más pequeña a trabajar. O a un pueblecito, ya puestos. Pero claro, el trabajo está donde está. Por alguna razón, se acaba concentrando para contribuir a un trágico círculo vicioso.
Aquí vendría el discurso lógico: el teletrabajo es el futuro. Para mí lo es. Al menos es parte clara del futuro, porque aunque no todos los trabajos pueden adaptarse al teletrabajo, sí que hay muchísimos que podrían hacerlo. Muchos más de los que admiten los defensores del presentismo y la trágica costumbre española de calentar el asiento. He sufrido esa situación en alguna etapa en redacciones —contaban las horas que estuvieras sentado, no lo que produjeses ni la calidad de tu trabajo— y es algo que afortunadamente parece estar desapareciendo. Es como si esa obtusa forma de pensar perteneciera más a una generación de jefes y gestores que gracias al cielo están desapareciendo.
Lo he dicho mil veces y lo diré una vez más: no importa dónde o cuándo produzcas. Si yo fuera jefe, lo tendría claro. Les diría a mis pupilos y pupilas lo que tengo grabado a fuego en mí mismo. "Mientras cumplas objetivos, me la refanfinfla dónde y cuándo los cumplas". ¿Que te quieres ir a esquiar por las mañanas y trabajar por las tardes? Ea. ¿Que eres de horarios de oficina y prefieres jornada intensiva para cuidar a tus peques después? Ole. Tú cumple. Lo demás, insisto, me da igual. No en todos los casos es posible esa flexibilidad, insisto, pero sí en muchos.
No suelo ya pensar mucho en lo fantástico que es no tener que perder una hora de ida y una de vuelta en ir a una oficina. Lo hago solo cuando me encuentro con algún vecino en la puerta del cole, tras dejar a los niños. Cuando llueve y empiezan los pitidos por los coches en doble fila. Cuando la cola de coches para enfilar la salida del miniresort es preocupante. Cuando me doy cuenta de que esos pobres desgraciados —que oye, probablemente ganen bastante más pasta que yo en muchos casos (o no, yo cobro 30.000 euros más solo por teletrabajar)— se van a pasar un viaje de ida y otro de vuelta bastante infernal. Aunque sea escuchando la radio o un podcast en el coche. Aunque sea leyendo un libro en el metro. Aunque sea jugando en el móvil.
Estoy bastante seguro de que casi todos ellos preferirían no tener que hacer ese trayecto si pudieran. Preferirían escuchar la radio o un podcast, leer un libro o jugar al móvil en otros momentos. O quizás no, oye.
Lo que sé es que yo, desde luego, no envidio a ninguno de los que este 2020 se van a pasar 291 horas en un vagón.