21 euros

21 euros
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El miércoles pasado bajaba andando por la madrileña calle Preciados tras aquella visita a la Apple Store de la que también hablé hace poco, y me encontré con una imagen muy televisiva. El local de lotería de Doña Manolita estaba haciendo su particular agosto, y la cola para comprar unas acciones en el Mercado de la Buena Fortuna era más larga que un día sin pan.

Probablemente toda esa gente que estaba haciendo cola allí había visto el anuncio de la lotería de Navidad de este año. Una producción lacrimógena y utópica que ha sido ya versionada con gran éxito y que por si no la habéis visto tiene montaje del director. Un anuncio sencillamente genial en forma y en fondo que logra lo que debe lograr cualquier anuncio: que el producto entre por los ojos para que borremos cualquier pensamiento racional y lo compremos ipso facto. Nada que ver, por cierto, con el terrorífico anuncio del año pasado.

Porque lo racional, desde luego, sería no comprar lotería. Hay al menos cinco razones para no pagar el impuesto de los tontos, pero adelanto algunas de ellas. La probabilidad de llevarse el gordo es de 1/100.000 (que no es lo mismo que el 0,00001%, cuidado), pero es que en el 85% de los casos perderemos todo el dinero invertido en la compra. De hecho, sólo tenemos un 5,3% de probabilidad de ganar algo más que el reintegro.

Analizan más en profundidad esa probabilidad en Gaussianos, donde además de una cruda y detallada explicación de hace cuatro años también daban hace menos de un año una buena explicación de lo que supone esa probabilidad en un entorno más mundano. La cita es del libro “La conquista del azar“, escrito por Fernando Corbalán y Gerardo Sanz:

“Toma, el libro que te envía tu amigo Juan de Zaragoza.”

Y aquella persona encontrada al azar le contesta:

“¡Qué bien que se haya acordado! ¡Hacía años que lo esperaba!”

Por más que nos aseguren que esta historia es cierta, resulta increíble que ésa sea justamente la persona a la que buscaba, ¿no? Bueno, pues la probabilidad de que suceda es algo mayor de la que a cualquiera de nosotros que hayamos comprado un décimo de lotería nos toque con ese número el Gordo de Navidad.

(He utilizado Girona en vez de Ciudad Real, como venía en el texto inicial, porque Girona tiene censados 96113 habitantes según este enlace, y en la actualidad se venden 100000 números.)


En El Blog Salmón trataban esta semana el tema con dos artículos más también interesantes sobre todo si tenéis la gran suerte de recibir uno de los grandes premios:  ¿Qué hago si me toca bastante dinero en la lotería? y, por supuesto, ¿Cuánto te tiene que tocar a la lotería para dejar de trabajar?, una de las grandes cuestiones de todos los que se montan su particular cuento de la lechera.

Ninguno de esos textos hablan de la psicología del Gordo de Navidad o de su anuncio, algo que sí tratan por ejemplo en AnalistaSEO pero que sobre todo explican muy bien en El Diario.es, donde revelaban algo curioso. Y cito:

La respuesta se encuentra en cómo jugamos a la lotería. En España, la gran mayoría de ciudadanos lo hace a través de participaciones con familiares, amigos o compañeros de trabajo, una práctica que está más extendida que en otros países. Según un excelente artículo escrito sobre esta cuestión por Roberto Garvía, jugar a la lotería en Navidad en España se ha ido convirtiendo poco a poco en un acto de reafirmación de los lazos sociales interpersonales. Compartir participaciones es una manera de confirmar tu pertenencia al grupo o incluso de preservar el estatus dentro del grupo (para aquellos que regalan participaciones para otros). Cómo se juega acaba explicando cuánto se juega, pues las participaciones están positivamente asociadas a las ventas de lotería.

Una buena explicación, aunque yo añadiría que la razón fundamental de comprar la lotería, más allá de esa “reafirmación de los lazos sociales interpersonales” es la más española de nuestras “virtudes”: la envidia. O más bien, la prevención de la envidia. Compramos lotería porsi. Por si le toca a X y a mi no. Sustituid X por “compañeros de trabajo”, “familiares”, “amigos”, “vecinos”, y un largo etcétera de pequeñas redes sociales reales (y no virtuales), y tendréis ante vosotros la base fundamental del éxito de un sorteo que es absurdo para el jugador y que al menos en mi caso trato de evitar con todas mis fuerzas. Y ya puestos, me ahorraría el café, que no me va mucho. Ahí lo tenéis: me acabo de ahorrar 21 euros.

Puestos a jugar, insensatos míos, jugad a la del Niño, que aumenta la probabilidad de ganar un premio al 7,82%. De hecho, la probabilidad de que no nos toque nada baja al 62%, lo cual no está nada mal (por decir algo).

Eso sí: mira que como la lotería os toque a alguno de vosotros…

Actualización (08/12/2014): No lo había visto, pero resulta que Andrés Vegas publicó el día anterior al mío un post sobre el mismo tema en el que desmontaba sin querer todos mis argumentos. Buena historia que ójala se repita siguiendo el espíritu del anuncio. Qué cosas.