¿Es rentable la publicidad online?

¿Es rentable la publicidad online?
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Recuerdo perfectamente que cuando comencé a trabajar como editor de The Inquirer mantuve una conversación con Valen (je) en la que me preguntaba, desconcertado, qué beneficio obteníamos de publicar todo gratuitamente, by the face. La pregunta parece un poco absurda, y todos estamos pensando en la misma respuesta: la publicidad. Sin embargo, ¿hasta qué punto es viable este modelo de negocio?

Imagen vía DeviantArt, creada por Anacondo

Las empresas que se han dedicado a publicar contenidos online han explosionado en los últimos 3 o 4 años, y de hecho hoy en día las publicaciones tradicionales dependen en buena parte del modelo mixto. Cualquier medio impreso que no tenga edición online es considerado como antediluviano, y durante todos estos años hemos visto cómo incluso modelos como el de pago por suscripción (primeros tiempos de El País, que fracasó estrepitosamente, y modelo válido aún para gigantes como The Wall Street Journal) no han tenido casi éxito.

Aviso de que, como siempre, me he acabado enrollando y me ha salido un tocho bastante respetable. Así que si no queréis seguir leyendo, lo dejo aquí para no aburrir al personal ;)

¿A que últimamente habéis visto mucho ese maldito banner del "Test de la muerte?"

Al final todos publican de forma gratuita, de modo que ¿qué sentido tiene comprarte un periódico o revista cuando vas a tener más y mejor información (si te lo curras) en Internet? Esa es la idea, pero para rentabilizar esa inversión de trabajo, tiempo y dinero es necesario que los anunciantes paguen por la publicidad online. Y aquí está el quid de la cuestión. El modelo del online advertising está evolucionando de forma peligrosa a un sistema abusivo para el anunciante, y yo diría que hasta "humillante" para el creador de esos contenidos.

Imagen vía DeviantArt, creada por lorrainemd

Hace pocos días leí en algún sitio (me he devanado los sesos intentando recordar dónde, pero nada) que la publicidad online es un negocio que se está convirtiendo en algo aterrador para los creadores de contenidos. El razonamiento era aplastante, y comparaba los medios impresos tradicionales con los medios online:

  • En los medios impresos, la publicidad simplemente figura ahí, no hay posibilidad de controlar con certeza la respuesta que esa publicidad causa en el lector.
  • En los medios online, la publicidad está totalmente controlada. El anunciante puede conocer cuánto y cómo se ve, y si dicha publicidad provoca la respuesta del usuario.

Ese mayor control por parte del anunciante ha hecho que las empresas que pagan por publicidad estén comenzando a exigir cosas ridículas:

  1. Todo empezó bien, y simplemente se pagaba por impresión (CPM, Cost Per iMpression): cuanto más se viera un anuncio, más pagaban al sitio web que los mostraba.
  2. Luego llegó el concepto del CPC (Cost Per Click), quizás más razonable, en el que al sitio web sólo se le pagaba cuando el usuario pinchaba en el anuncio que le redirigía a otro sitio web, esta vez del anunciante.
  3. Sin embargo, el colmo de esta situación ha llegado con el concepto del CPA (Cost per Action), en el que el usuario que está leyendo nuestro contenido no sólo tiene que pinchar en la publicidad, sino que además luego debe completar el proceso que anuncia esa publicidad: comprar algo, o bien registrarse en algún sitio. Si no, los responsables del contenido no cobran nada. Este es el sistema de las redes de afilicación (TradeDoubler, Netfilia) que sacan un beneficio increíble de las acciones: nunca pierden nada, y ganan mucho. Como mínimo, que se vea su publicidad, puesto que las impresiones no les cuestan ni un duro: se las estamos regalando, a menos que el usuario clique sobre la publicidad y finalice la acción relacionada.

A partir de ahí nos encontramos con medidas absolutamente vergonzosas para conseguir la atención del usuario: formatos como los interstitial (esos que antes de mostrarte el artículo al que quieres ir te muestran una pantalla entera del navegador con el anuncio en cuestión), los pop-ups incontrolables (al menos, eso querrían ellos) o los anuncios que se muestran sí o sí y tapan todo o parte del artículo y que tienen muy pequeñito el botón (cruz) de cierre, de forma que no podamos quitarlos fácilmente.

Imagen vía DeviantArt, creada por zed666

En The Inquirer no tengo poder de decisión sobre dichas medidas, y en realidad por mucho que me reviente que se apliquen ciertos tipos de publicidad protestar contra ellas es como tirar piedras a mi propio tejado: vivo de ello, como antes vivía de PC Actual, que muchos lectores consideraban -injustamente- un panfleto publicitario en el que de cada 3 páginas 2 eran de publi.

Lo que está claro es que a medida que pasa el tiempo la publicidad online es más y más intrusiva, molesta e incómoda para el usuario y para el propio responsable del contenido. Obviamente, todo son ventajas para el anunciante, que ve un retorno de la inversión mucho más alto a costa, cómo no, de bombardearnos injustamente. No creo que Internet acabe siendo un reflejo de lo que ha pasado en televisión (como he dicho, los modelos de pago por suscripción no han funcionado), pero la amenaza existe, desde luego, y perjudica el propio funcionamiento y filosofía de la red de redes.

Disclaimer: como sabéis, hace ya mucho que comencé a incluir publicidad AdSense en mi blog, así que creo necesario aclarar que estoy a favor de su uso. Pero como para todo, hay un límite, así que sólo espero que la publicidad de Incognitosis no os moleste demasiado. La idea es sacarle algo de partido al blog... sin haceros sufrir, claro.